En 1982 la editorial Tusquets publicó el primer tomo de la histórica “Gay Sunshine Interviews” bajo el título explícito y socarrón de Cónsules de Sodoma; sugerido, nos advierte el editor en el prólogo, por Jaime Gil de Biedma.
La ciudad de Sodoma, ha venido a decir la exégesis bíblica, fue castigada por la ira de Dios (iracundo se nos presenta en esas páginas del antiguo testamento, febrilmente cabreado, tan humanamente, de hecho, enfadado) al albergar entre sus muros toda suerte de perversiones sexuales; señalándose muy específicamente la homosexualidad. Pueblo de Lot es el otro significativo título que se nos otorga en el Islam.
Dejando al margen que muchos teólogos actuales explican el castigo a Sodoma como resultado del quebrantamiento de la hospitalidad debida a los extranjeros que se presentan y que son recibidos en la casa de Lot (entre los pueblos antiguos, y muy especialmente entre los semitas, el buen trato a los huéspedes era un deber sagrado), Cónsules de Sodoma me parece uno de los mayores aciertos del poeta Gil de Biedma, el mismo uno de nuestros más egregios Cónsules, a la hora de definirnos.
Y qué otra cosa es el Orgullo de Madrid sino un ejercicio de consulado, de visibilidad y propaganda de un mensaje que insiste en la belleza de la diversidad. Gracias a nuestro consulado, Madrid deviene en una nuestra maravillosa e imprescindible de la pluralidad de los cuerpos, sexualidades, lenguas, pensamientos y culturas.
Durante una semana las banderas LGBT ondean en fachadas y desde hace dos años en las Instituciones madrileñas, dando la bienvenida a miles de personas. Gais, lesbianas, bisexuales, personas trans y heteros nos damos la mano para disfrutar de lo logrado desde que en 1979 una primera manifestación de sarasas y bolleras recorrió – desafiante frente a la clandestinidad y el odio – las calles de Barcelona y para seguir insistiendo que aún tenemos mucho camino por delante para desterrar definitivamente la homofobia de este país.
El Orgullo es fiesta, es vida, es alegría y es lucha, reivindicación y conciencia. ¿Por qué no hay un día del Orgullo Hetero? suelen preguntar quienes nos quisieran encerrados en casa, en el armario, ocultos de su vista. Muy sencillo: porque a toda persona siempre se la presupone hetero en nuestra sociedad, porque en ningún país se persigue la heterosexualidad, porque nadie es asesinado por el hecho de mantener relaciones sexuales o afectivas con otra persona de un género distinto, porque en la escuela ningún niño sufre bulling heterófobo... podríamos seguir.
Durante este Orgullo muchos han dado el paso de decirles a sus padres, familia o amigos una frase que parece sencilla de escribir pero que cuesta, oh, cuánto cuesta, ser pronunciada: “soy gay”, “soy lesbiana”. Solo por eso ya merece la pena el Orgullo.
Orlando ha estado presente en la Marcha del Orgullo. Orlando y todas las víctimas de la homofobia. El dato es conocido, y ha sido reiterado en esta misma columna, pero hay que insistir: en 80 países la homosexualidad está prohibida. En 14 se nos asesina.
Los Cónsules de Sodoma hemos tomado Madrid. Algunos se escandalizarán por los besos y los cuerpos (y qué hay más natural que el sexo) y otros por la fiesta (los cenizos de las letanías, que quisieran un país donde el único sonido fuera el de las campanas llamando a duelo de muertos). A ellos les despediremos con estos versos de las Eróticas de Esteban Manuel de Villegas, versos que son toda una profesión de fe y de resistencia:
... y que de mi cabeza
con rosas se guirnalde
Hoy, hoy vivir procuro
Mañana, ¿quién lo sabe?