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Opinión-Editorial
SIN PROPóSITO DE ENMIENDA

Mariconadas las justas

11 de Julio | 13:13
Mariconadas las justas
Apenas una semana después de celebrado el Orgullo nos encontramos con la concejala de asuntos sociales de Badajoz calificando a dos personas gais con suspensorios en una foto en facebook como “repugnantes, desagradables, repulsivos, asquerosos...

Los puntos suspensivos nos viene a decir que Charin Gómez De La Peña puede seguir enhebrando adjetivos denigratorios e insultantes, uno detrás de otro. Y los propios comentarios a su entrada en la red – de sus amigos – no dejaban lugar a dudas a la homofobia patente: desde gente que compartía su asco, que nos considera enfermos y hasta los que desean que, como en los países bajo dominio del DAESH, se nos arroje por las azoteas de los pisos.

Aún estamos esperando una disculpa pública de la señora concejala y desde luego su dimisión. Es impresentable, bochornoso, vergonzante y reprobable – pueden comprobar que yo también soy dado a tejer palabras – que continúe en su puesto. Pero el reconocimiento de su ¿error? ni está ni se le espera, máxime cuando el mismísimo Alcalde de la ciudad, que acoge el mayor evento LGBT de Extremadura, Los Palomos, la ha justificado.

En las palabras de Charin Gómez hay homofobia concentrada. No hay excusa posible al odio que desprende una entrada en facebook que, aunque borrada en cuanto trascendió a los medios, retrató a quien como concejala de asuntos sociales es responsable de atender al colectivo LGBT. Es homofobia porque el suyo es un rechazo visceral a quienes por su estética son marcadamente gais.

Dejémoslo claro: una parte de nuestra clase política e incluso – la paradoja está ahí – una parte minoritaria del propio colectivo LGBT rechazan la pluma, la manifestación de nuestros sentimientos y afectos. Mariconadas las justas, nos vienen a decir.

Personas trans, bolleras, maricas, bears están en su punto de vista. Sí, ellos son tolerantes con las personas homosexuales que no hacen ostentación, con los respetables hombres de familia que, al estilo de Maroto, se casan, adoptan, llevan corbata y jamás se sospecharía de ellos que son homosexuales salvo pública y explícita confesión. Sí, ellos dicen que nos respetan, que defienden nuestros derechos, pero desean que no hagamos exhibición: de puertas adentro, lo que queramos. En la calle no, que hay niños.

Esos bears con suspensorios - ¿hay una prenda más genuinamente gay, más provocadoramente “pasiva” que esa? – o esas drag nos sitúan ante el verdadero espejo de la tolerancia, porque es fácil convivir con quien “no parece”: con el gitano que es indistinguible del payo, con el negro que solo parece moreno y con el gay que es hetero a todos los efectos a menos que medie una confesión. De hecho, es esperable que tampoco lo hagan. De puertas adentro, ya saben, en la intimidad, lo que quieran.

Fueron bears, personas trans, maricas y bolleras quienes primero tomaron las calles para reivindicar nuestros derechos. Las dos personas – mayores, además – que sufrieron los insultos de Charin Gómez fueron pioneros en la lucha LGBT porque ellos no podían disimular su orientación y en las redadas policiales eran los primeros en caer. En las imágenes de las manifestaciones de gais y lesbianas en Cataluña o en Madrid, durante la transición, lo que domina es la pluma. Los dos bears objeto del escarnio de la concejala de Badajoz pueden reclamar el Orgullo como suyo, porque sin ellos no estaríamos aquí: viviríamos condenados al armario.

Por eso las palabras de Charín Gómez se vuelven aún más despreciables, porque atentan contra quienes son los máximos responsables de que hoy tengamos derechos y podamos vivir con más libertad.

Queda aún otra lectura más: no solo el irrazonable desprecio al cuerpo, sino a determinados “cuerpos”: gruesos, peludos, muy alejados de la estética impuesta por la publicidad. También subsiste eso en las palabras de Charín Gómez.


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