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¿Ingeniera se nace o se hace?

23 de Julio | 13:37
¿Ingeniera se nace o se hace?
Una pregunta que muchos, muchas se hacen, y que yo me he hecho más de lo que me gustaría admitir.

Según las publicaciones oficiales de España en cifras de la Administración General del Estado, las estadísticas son claras, el menor porcentaje de mujeres matriculadas durante el curso pasado en grados universitarios, lo tenemos en Ingeniería y Arquitectura, con tan solo un 25,1%, muy por debajo de del resto de ciencias:

  • Ciencias sociales y jurídicas 59,6%
  • Artes y humanidades 61,3%
  • Ciencias de la salud 69,9%
  • Ciencias 50,8%
No solo los números son devastadores, si no que la tendencia es decreciente en los últimos años. Y esto me hace volver la mirada hacia mis compañeras de carrera, donde apenas una decena de nosotras se sentaban en aquella inmensa sala de la escuela de ingeniería (por entonces escuela de ingenieros, cambio de nombre que se daría unos 7 años después y no sin su detractores) entre nuestros más de 90 compañeros de clase. Y especialmente a mí misma, me pregunto ¿cómo ha de crecer el número de ingenieras, de mujeres dedicadas no solo a las ciencias, si no a carreras tan técnicas, profesiones que muy en contra de lo que se pueda opinar, no se le inculca al otro 50% de la población mundial?

En lo que a mí respecta, me he encontrado perdida en infinidad de veces a lo largo de la carrera y no precisamente por las “facilidades” que nos regala la universidad pública, si no preguntándome si verdaderamente era a aquello a lo que quería dedicar el resto de mi vida profesional. Con apenas 15 años te ves obligada a decidir tu camino profesional, escogiendo una rama u otra para la enseñanza obligatoria y empiezas a estrechar el camino cada vez más una vez accedes al bachillerato. Obnubilada por los elogios del profesorado, debido a unas notas excelentes, brillantes, te ves encaminada sin pensarlo hacia una carrera tan dura como son las ingenierías.

El estudio de la ingeniería es un camino difícil, de superación dicen muchos, filtros para ver quién aguanta años y años de cálculos y desarrollos imposibles de teoremas de trabajos virtuales cuyos nombres ya tiene de por si carácter abstracto, no hablemos ya de sus desarrollos. Si no que a la salida de años de estudios, completamente desenfocada y desubicada del mundo fuera de aquellos muros de latón rojo, descubres que a lo que te enfrentas, el mundo laboral, es un trabajo de “hombres”, más aun que la carrera, pues si actualmente el porcentaje va batallando por mantenerse en al menos una cuarta parte dentro de la universidad, en el trabajo la cifra cae por debajo del 20%.

Con esto no voy dando forma a una pataleta “pro” nada o por lo duro de lo que las mujeres tenemos que enfrentarnos, realidad que se ha hecho más patente al comenzar mi desarrollo laboral, olvidémonos de ambientes desfavorables, condiciones menos retribuidas o compatibilidad laboral y personal, pues desgraciadamente este es un hecho que se repite en cada sector, no tiene la patente ninguno en concreto. Hoy quiero sacar a relucir la pasión por un trabajo, por una profesión que va a abarcar el resto de tus días durante muchos años hasta el horizonte de la jubilación nunca alcanzable que parece que se nos desdibuja como un oasis a los que empezamos a trabajar rozando la treintena, tras carreras sin fin, másteres, cursos de especialización, estudios en el extranjero para perfeccionar el inglés y un largo etcétera.

Parece que se ha perdido de vista, el desarrollarte y dedicarte a algo que ames y te rete cada día, haciendo que levantarte por la mañana sea el principio de una jornada motivadora. Una utopía dirían muchos, incluso yo, si no hubiese conocido personas que lo viven a diario en su trabajo porque enfrentando todos los malos agoreros y desafiando el laberinto administrativo, se han decidido a emprender (la palabra mágica), comenzando una andadura laboral hacia lo desconocido pero acompañados de la pasión, que es lo que alimenta el alma y no te deja desfallecer.

Y por tanto, es aquí donde me vuelve a invadir la pregunta que le da título a este texto, ¿La ingeniera nace o se hace? No conozco a ninguna compañera que me cuente como de pequeña se dedicaba a arreglar sus coches de juguete, ni cómo veía documentales sobre “¿Cómo se fabrica…?” o “Megaconstrucciones”, ninguna de ellas se ponía a arreglar la bicicleta cuando la cadena se salía, con sus manos manchadas de grasa, o se maravillaba observando cómo el mecánico de la esquina desmontaba una vieja Harley pieza por pieza. Y no me vale la excusa de montar los muebles de cierta tienda sueca.  Quiero decir, que la educación, la cultura que nos rodea nos hace ser quien somos, cómo nos desarrollaremos en el futuro, por ello un cambio en nuestra sociedad, debe ser el cambio que preceda a generaciones futuras de libertades incluso de pensamiento. Porque no, nuestra pensamiento no es libre, si no condicionado cuando nuestra infancia se enmarca de juegos de mamás, princesas que requieren ser salvadas, y pocas o ninguna guerrera que se “arregle” el caballo sola.

Y es que la historia nos demuestra que la mujer en la ingeniería, es un hito adolescente dentro de la historia de nuestro país, pues fue en 1929, cuando se licenció por primera vez una mujer como ingeniera en España, Pilar Careaga, la cual le dio nombre a su promoción, “la de Pilar”. Pero que curiosamente, nunca ejerció de ingeniera. Mientras la promoción “la de Pilar” siguió  su carrera en el mundo laboral de la industria de la ingeniería, Pilar reseñó siendo la primera mujer alcaldesa de Bilbao durante la dictadura, que tampoco es desmerecido.

Y no fue hasta 1973, que Isaura Clavero Paradiñeiro, se licenció como primera ingeniera aeronáutica en nuestro país, ¡hablamos de menos de 45 años! Por tanto nos queda un arduo camino por andar, y esto no debe ir por fomentado solamente desde la educación en las escuelas, deber ser un aprendizaje desde los hogares. Nos debemos desprender de estereotipos, de normas de género que nos impiden mancharnos las manos de grasa si eso es lo que nos apetece, de creer que por infundadas ideas fisiológicas sobre diferencias biológicas nos limiten a la hora de explorar, de aprender. No hablo de que las mujeres deben ser ingenieras, no hablo de que las mujeres no deban licenciarse en educación, que es el título universitario más logrado por mujeres, hablo de que las mujeres deben ser lo que deseen sin tener que cumplir expectativas ni romper barreras, pero para ello se deben conquistar muchos terrenos todavía.

Para aquellas jóvenes que se encuentren en esa decisión crucial que yo tomé hace ahora 11 años al escoger mi carrera, les digo que escojan con el corazón, que se aventuren, que arriesguen, y que si se equivocan, que cambien de opinión, y escojan otra cosa, pero sobretodo, que sean felices con lo que hacen, que no teman si nadie escogió ese camino, si es diferente, si no saben a lo que se enfrentaran. Y este consejo me sirve del mismo modo para los jóvenes que se encuentren en la misma encrucijada, es lo maravilloso de ser seres tan iguales y a la vez diversos, ambos sentimos lo mismo. 

Almudena Claro.            


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