Esta evidencia no valdría la pena afirmarla y menos después de la masiva concentración del 8 de marzo reivindicando los derechos de la mujer a la igualdad. Afirmamos y defendemos esos derechos sin reserva alguna, pero tratamos de evitar algún posible equívoco conceptual y partir de afirmaciones o negaciones con cierto rigor.
El plano en que se afirma la igualdad del hombre y la mujer en derechos, es diferente al otro plano en que se sitúa el concepto de igualdad. Si queremos hablar con rigor, tenemos que decir que la mujer y el hombre son realidades distintas, aunque todos seamos personas con los mismos derechos.
Sin duda que nos entendemos hablando de igualdad entre mujer y hombre, porque el lenguaje así lo permite, pero la igualdad, como concepto, está situada en el campo del “deber ser”, de la justicia, de la ética, pero no en el del “ser”, el de la realidad. La igualdad “solamente” existe en las matemáticas, como un signo operativo; pero en el mundo real nada es igual a nada. Ninguna cosa diferenciada es, ni puede ser, igual a otra en sentido estricto; sin embargo, en el lenguaje común se consideran iguales cosas que tienen parecida forma. En realidad no son iguales ni los clones, ni los gemelos, ni siquiera nosotros con nosotros mismos, puesto que estamos en un devenir constante.
La igualdad, por otra parte, suele ser el sueño de los menos favorecidos aspirando a ser iguales a los ricos, a los poderosos, a los privilegiados. Es una aspiración legítima del ser humano, que defendemos también como un derecho a esa igualdad “soñada”.
La igualdad en la forma, en lo formal no es la igualdad en sentido estricto, sino en el aspecto formal. Falta la materia, el contenido. En cualquier caso, defendemos la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, en el plano de la justicia y de la equidad entre todos y rechazamos cualquier tipo de privilegios que se impongan por lo que, en otra parte, hemos llamado los derechos del lobo para decidir sobre la vida del cordero.
PEDRO CAÑADA CASTILLO
PRESIDENTE DE EXTREMADURA UNIDA
