Hoy, 22 de marzo, día mundial del agua, no podemos menos de pensar en aquéllos que no tienen agua no contaminada ni siquiera para beber. Entre todos deberíamos hacer algo por los derechos humanos para estas poblaciones, entre otras cosas, en lo que respecta al agua.
En cuanto a Extremadura, creemos que valdría la pena que los expertos pudieran abrir una brecha en el desarrollo integral de Extremadura que, sin duda alguna, iría ligado al agua. El agua que por ahora no nos falta, no es utilizada adecuada y plenamente en nuestra región, con la riqueza que supondría un uso sistemático en los diversos cultivos y que debería ser nuestro punto de partida y principal apoyo.
Después de oír a los expertos que podrían informar de forma adecuada, lanzo estas ideas por si pudieran tener alguna utilidad para que nuestros pueblos no se deserticen, sino, por el contrario, sean un punto atractivo y motivo de repoblación y de estabilidad de la población.
Nuestros pueblos suelen estar rodeados de olivos, como si fuera un árbol familiar y protector de sus habitantes. El olivo, además de tener el simbolismo de la paz, protege a los pueblos del fuego y, con su producción, ha permitido que muchas generaciones pudieran vivir.
En Extremadura, según las estadísticas, hay unas 275000 hectáreas de olivar. De ellas, 225000 son de secano y 50000 de regadío. La oportunidad teórica de regar unas 275.000 hectáreas de olivos hace del riego un instrumento extraordinario para que los pueblos no se despueblen, sino que tengan un medio de vida considerablemente mejor que el actual y evitar así la emigración por falta de trabajo y de beneficios suficientes para vivir con dignidad.
Por otra parte, el aceite no tiene competencias extrañas que pudieran frenar su desarrollo productivo. Quizás, en algún caso, sea la falta de agua lo que podría impedir su realización. Pero, si recogiéramos las avenidas de invierno hasta en los regatos, se podría tener agua para regar los olivos y otros frutales y, en su defecto, acudir o intentarlo a través de pozos artesanos o la variación de los canales de nuestros ríos a los lugares accesibles y transformar, así, en cultivos intensivos, hectáreas de secano actualmente poco rentables.
El aceite sería el oro de Extremadura y, junto con otros productos de la tierra y las industrias subsiguientes, podría duplicar y triplicar la población de esta región que, en casos como la provincia de Cáceres, tiene una densidad de población de 20’13 habitantes por kilómetro cuadrado, mientras que en Alicante es 313’79 hab/km2, en Murcia 129’96 hab/km2 y en Valencia 235’1 hab/km2.
El aumento de la población y de la renta per cápita nos daría un mayor peso político para que los gobiernos sucesivos nos tuvieran en cuenta y cumplieran las promesas que no han cumplido durante cuarenta años. Nuestro voto útil sería ayudarnos a nosotros mismos a tener una Extremadura en pleno desarrollo, usando los recursos naturales de nuestra tierra, junto con las empresas necesarias, para servir, en primer lugar, a Extremadura y aspirando a la igualdad de todos los españoles, sin privilegios para nadie.
P. CAÑADA
