Mariano Rajoy acaba de pedir perdón por los supuestos de corrupción que estos días están siendo noticia en España, especialmente por todo lo relacionado con la llamada Operación Púnica. Lo ha hecho durante una sesión parlamentaria en el Senado y al hacerlo asume la parte de responsabilidad que le corresponde por haber confiado en personas que, según las diligencias realizadas por las fuerzas de seguridad del Estado, no han actuado con la honradez que se esperaba de ellas.
José Antonio Monago, presidente del Gobierno de Extremadura, también acaba de pronunciarse sobre los casos de corrupción. Y de forma contundente. "Cuando huelen las alcantarillas hay que limpiarlas, no hay que taparlas", ha dicho el presidente Monago en una rueda de prensa que ha tenido lugar en Mérida.
Sus palabras contienen, sin lugar a duda, varios mensajes importantes. El primero de ellos, como no podía ser de otra forma, es que el presidente Monago está en contra de la corrupción. El segundo es que la corrupción le repugna y por eso la sitúa en la alcantarilla, conducto por el que circulan los detritus más vomitivos. Y el tercero es que el presidente del Gobierno de Extremadura es partidario de actuar con eficacia contra los corruptos, aunque haya que barrerlos.
Porque está muy bien pedir perdón, como hace el señor Rajoy, y es de agradecer que se pida, pero simplemente con pedirlo no se soluciona la corrupción. Estamos ante un problema grave, posiblemente uno de los más importantes a los que se ha enfrentado el sistema democrático español, pero no es un problema irresoluble. Tiene solución. La va a tener.
Y hay que dársela más pronto que tarde, con diligencia, con eficiencia y sin cejar en el empeño. Contra la corrupción hay que tomar medidas políticas, policiales, legislativas y jurídicas. Y deben tomarse lo más rápidamente posible. Hay demasiado en juego, aunque la corrupción no sea un juego. Ni un juego de niños, ni un juego entre delincuentes ni, por supuesto, un juego entre políticos en permanente campaña electoral.
Rajoy ha pedido perdón y la oposición, que se niega a secundar su proyecto contra la corrupción, lo que quiere es asaetearle con preguntas en el Parlamento. Es decir, la oposición antepone el legítimo juego parlamentario, el control al Gobierno, al control de los corruptos. Monago plantea que se tomen medidas con rapidez y eficacia. Y no es la primera vez que lo hace. Los dos mayores peligros que acosan a las instituciones públicas españolas son la corrupción y la ineficacia. Y contra ambos hay que batirse sin descanso.