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Opinión-Editorial

Monago-Lisboa-Hurdes-Acedo

17 de Diciembre | 15:28
La venta de la ‘embajada’ de Extremadura en Lisboa, por algo más de dos millones de euros, y el anuncio de que la mitad de ese dinero será invertida en Las Hurdes tiene una indudable carga simbólica que pone de manifiesto la línea de gobierno que defiende el Ejecutivo que preside José Antonio Monago.
 
Hay en esa venta y en el destino que se le pretende dar a la mitad del correspondiente ingreso –la otra mitad será destinada a políticas sociales- un mensaje claro de rechazo a la vieja política, grandilocuente y ostentosa, de no reparar en gastos e invertir sin que lo invertido repercuta de forma beneficiosa, rotunda e incontrovertible en la mejora de Extremadura.
 
El dinero es un bien muy escaso, especialmente en épocas de crisis, y hay que emplearlo en lo más necesario y en lo más rentable. No están acreditadas ni la necesidad ni tampoco la rentabilidad de la ‘embajada’ que la Junta abrió en la capital portuguesa durante el mandato del último presidente socialista, Guillermo Fernández Vara. Por lo tanto, parece lógico destinar el dinero que pueda sacarse de ella –se compró en época de bonanza en el mercado inmobiliario y se vende en una etapa de vacas flacas- a necesidades más urgentes.
 
Tan capacitado estaba el presidente Vara para comprar y abrir en Lisboa la representación extremeña, como lo está el presidente Monago para cerrarla y vender el inmueble. Ambas acciones no sólo responden a dos épocas muy diferentes desde el punto de vista económico, sino también a dos formas muy distintas de hacer política.
 
Y lo mismo ocurre con la puesta en venta de la llamada ‘casa de los presidentes’, que fue sede inicial de la Presidencia de la Junta y residencia oficial, durante sus respectivos mandatos, de los presidentes socialistas Juan Carlos Rodríguez Ibarra y Guillermo Fernández Vara.
 
Monago está tan capacitado para vender ‘la casa’ como estuvo Ibarra para comprarla. Aquí también se pretende reducir costes inútiles –casi un millón de euros costó el mantenimiento del inmueble durante el mandato de Vara- y emplear el dinero obtenido con la reducción del gasto y los ingresos por la venta a inversiones en Mérida.
 
Es muy lógico que el Gobierno extremeño pretenda ahorrarse gastos inútiles y destinar el dinero a otros fines. No resultan tan lógicas las reacciones que el anuncio de la venta ha suscitado. La ‘casa de los presidentes’ puede tener un cierto valor ‘sentimental’ y hasta histórico, pero no es un monumento ni forma parte del patrimonio cultural de Mérida ni tampoco de Extremadura. Su valor artístico es nulo.
 
Nada impide su venta y el oponerse a su enajenación debería conllevar, obligatoriamente, una alternativa tanto de uso como de eliminación del gasto que acarrea ese inmueble. Está especialmente obligado a ello el alcalde de Mérida, Pedro Acedo. Por ser alcalde de la capital de Extremadura, por ser un alcalde del PP, el partido que gobierna Extremadura, y por haber dicho que si ‘la casa’ se vende la comprará el Ayuntamiento, aunque muy pocos días después parecía que ya no estaba por la labor.
 
Resulta chocante que el PSOE, como principal grupo de la oposición parlamentaria, haya reaccionado con tanta virulencia ante el anuncio de la venta de la residencia oficial de los presidentes de la Junta y no hiciera lo mismo cuando el consejero de Hacienda, Clemente Checa, anunció que el Gobierno de Monago pondría en venta inmuebles, por importe de casi cien millones de euros, entre los que están las sedes de las consejerías, para obtener liquidez y posibilidades de emplear el dinero ingresado por esas ventas en necesidades más perentorias.
 
La oposición, el PSOE, respondió a ese anuncio con una sonrisa y no con pancartas y declaraciones electoralistas, como sí ha hecho en el caso de 'la casa'. Tal vez no creyese en su momento que el Gobierno de Monago iba en serio cuando hablaba de vender edificios para dedicar el dinero a otras necesidades. Puede ser que le creyera incapaz de conseguirlo. O, a lo peor, no vio entonces, en esas ventas un arma electoral que podía utilizar, como está haciendo, contra el PP, contra Monago y contra Acedo.
 
Pero el Gobierno de José Antonio Monago sí está dando muestras de que su propósito de terminar con la vieja política es una decisión firme a la que no está dispuesto a renunciar. Y, además, tiene el voto de los extremeños y todo el derecho del mundo a hacerlo


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