José Antonio Monago, presidente del Gobierno de Extremadura, ha enviado a la sociedad extremeña un mensaje de fin de año lleno de contenido y prácticamente desprovisto de cualquier adorno literario.
Una vez más, el escenario elegido para grabar este mensaje es muy significativo. En esta ocasión se ha elegido una empresa privada y un sector, el agroalimentario, la bodega ‘Habla’, de Trujillo, para reforzar la idea de que Extremadura tiene que salir adelante con la explotación inteligente de sus propios recursos y con la vista puesta en los mercados.
El presidente Monago ha abordado en su mensaje el pasado más reciente, el presente más candente y el futuro más inmediato.
La referencia al pasado prácticamente resulta obligada en un mensaje de fin de año que, por serlo, supone un hito en la gestión de gobierno. En este mensaje se da, además, la circunstancia de que es el último de una legislatura, lo cual justifica aún más esa referencia a la gestión realizada. Así que relatar lo que se ha hecho está más que justificado, sobre todo cuando lo que se ha hecho tiene especial incidencia en el principal problema con el que se encontró Monago al llegar al poder y contra el que lleva luchando toda la legislatura: la crisis económica y la necesidad de darle la vuelta al modelo de la economía extremeña para salir de ella.
Ahí se incardina el presente. La prueba del nueve de que la crisis, aunque va a menos, todavía es el gran problema, está en el paro. Cuando no había crisis, cuando ni siquiera se admitía que pudiera llega a haberla o que pudiese constituir un problema para España -como pregonaba el inefable presidente Zapatero, agravando con su actitud la tragedia que se cernía sobre la situación de millones de españoles y la herencia que le dejaba, con huida mediante adelanto electoral incluida, a su sucesor en La Moncloa-, cuando desde el gobierno socialista de ZP se insistía en el milagro de los ‘brotes verdes’, anunciando la llegada de la primavera económica, entonces ya había paro, mucho paro. ¿Cómo no va a haber desempleo ahora si el final de la crisis aún no ha llegado a las familias trabajadoras, aunque esté remitiendo?
Gobernar exige tomar decisiones. Incluso la opción de no decidir es en sí misma una decisión. Y es el Gobierno el que tiene la obligación y el derecho de gobernar, no la oposición, ni los sindicatos, ni los manifestantes. Por lo tanto, son los gobiernos, todos y cada uno de ellos, los que deben tomar decisiones y aplicar medidas para solucionar los problemas, mejorar la situación o garantizar el funcionamiento del Estado.
Cuando José Antonio Monago llegó al Gobierno de Extremadura no negó la existencia de la crisis. Todo lo contrario, se enfrentó a ella. Y lo hizo con sus ideas. La apuesta desmedida por lo público le da un enorme poder al político y, según que casos, puede resultar confortable para el ciudadano, pero no nos ha puesto a salvo de las destelladas de la crisis. Hay que cambiar el modelo, anunció Monago. Apostemos por un modelo que tenga sus cimientos en el sector privado. A gran escala, grandes empresas, a escala mediana, las pymes, y a escala individual, los autónomos. Mientras que el anterior modelo tuvo el apoyo y la tutela de la Junta de Extremadura casi 30 años, el nuevo sólo lleva dos o tres años en aplicación, pero las estadísticas, los datos, empiezan a ser sensiblemente mejores.
Muy cerca de Extremadura, en Andalucía, región con una economía muchísimo más potente y diversificada que la extremeña, que sigue apostando -con todo derecho, desde luego, pues tiene un gobierno de izquierdas (PSOE e IU)- por el modelo socialista, las estadísticas, los datos, se obstinan en señalar que la tasa andaluza de paro es superior a la extremeña, muy superior.
Pero las estadísticas son siempre manifiestamente mejorables y a los gobernantes les corresponde la obligación de mejorarlas. Aunque la legislatura entre en su recta final, el Gobierno que preside Monago no ha empezado a echar el freno. Todo lo contrario. Anuncia nuevas medidas que, en vez de frenar, aceleren su trayectoria. Una de esas medidas es la del empleo para los jóvenes, que se asienta en el presente, con la formación, y se proyecta hacia el futuro, con la colocación, una palabra que ya casi no se usa pero que no deja de tener su razón de ser.
Y en el futuro están plenamente colocadas las elecciones de la próxima primavera. Nunca se puede tener la certeza de lo que pasará en unas elecciones, pues depende de lo que, en el último instante, decida no sólo la mayoría sino el conjunto del electorado. Y mucho menos se puede estar seguro cuando, al desgaste habitual que le causa a los partidos la acción de gobierno –desgaste que suele fortalecer a la oposición-, a ello se le suman nuevas fuerzas políticas que han triunfado en los comicios europeos, con la circunscripción electoral única, pero no se sabe lo que conseguirán en elecciones locales –si les da por presentarse- y en las regionales, que aunque no lo parezca están íntimamente ligadas a las municipales.
Lo que sí parece probable es que los próximos comicios dibujarán un mapa político diferente, y seguramente más fragmentado, en el que será más difícil tomar decisiones si no hay acuerdo entre los partidos con representación en las instituciones.
En su mensaje de fin de año, Monago, no solo dice lo que lleva haciendo desde que ganó las elecciones y gobierna en minoría –dialogar y pactar, como han hecho siempre los partidos con amplia base electoral centrista-, sino que se muestra dispuesto al diálogo y al pacto con todas las formaciones políticas que incluyan los intereses de Extremadura en su programa electoral.
Cierto es que el mensaje ha recibido críticas, alguna de ellas muy alejada de la cortesía parlamentaria, de los adversarios políticos. Pero esto forma parte del guión. En una sociedad tan segmentada y extremista en sus manifestaciones –no así en su ideología- como la española, lo grave no es que te critiquen, lo verdaderamente pernicioso es que no lo hagan, que te ignoren.