José Antonio Monago, presidente del Gobierno de Extremadura, ha vuelto a hacer gala de lo que está siendo el santo y seña de su gestión política: el diálogo, la capacidad de negociación. Lo que en el argot pugilístico se denomina ‘cintura’, los reflejos para esquivar los golpes del adversario y contragolpear.
El Parlamento extremeño acaba de aprobar el proyecto de ley de reforma fiscal, una ley que baja los impuestos al conjunto de los extremeños, y que se ha aprobado gracias al diálogo.
Y no era sencillo que se aprobase. De hecho, hasta el último segundo, hasta que llegó el momento de la votación, hasta que sus señorías pulsaron el botón de voto y su decisión quedó reflejada en las pantallas del Parlamento no se tuvo la seguridad de que los contactos, las conversaciones, las negociaciones y los acercamientos a través de las enmiendas habían dejado en mayoría simple al grupo parlamentario popular (32 diputados, por 33 de la oposición) gracias a la abstención de la diputada y del diputado de PREX-CREX.
Monago y el PP han logrado su propósito y el PSOE ha vuelto a estrellarse contra una realidad que se manifestó a mitad de la legislatura y es cada vez más evidente: PREX-CREX, que concurrió a las elecciones en la lista del PSOE, está cada vez más alejada de sus socios electorales. El PSOE no ha sabido cuidar a sus compañeros regionalistas ni cuando estaban en el mismo grupo parlamentario ni después de que lo abandonasen. Como muestra está el rechazo socialista a reformar la ley electoral bajando del 5% al 3% el porcentaje de votos necesarios para tener representación en el Parlamento extremeño, como le ha pedido insistentemente PREX-CREX.
La reducción, que está implantada en casi todos los parlamentos autonómicos, beneficiaría a las minorías, como PREX-CREX e IU, dos fuerzas políticas de izquierda que parecen recibir más comprensión por parte del PP, es decir, de la derecha, que del grupo socialista.
Nunca fue una mala herramienta el diálogo; ni siquiera cuando se gobierna con mayoría absoluta. Juan Carlos Rodríguez Ibarra, primer presidente socialista de la Junta de Extremadura, que gozó de amplias mayorías absolutas durante la mayor parte de sus legislaturas –sólo en una no la tuvo-, dialogó muy poco con la oposición y hay diputados que aún no han olvidado el trato que recibieron de él. Guillermo Fernández Vara, segundo presidente socialista de la Junta, que tuvo una comodísima mayoría absoluta, sí consensuó –la reforma del Estatuto, la Ley de Educación…- pero perdió las elecciones del 2011. Seguramente no por el tópico de su ‘buenismo’, sino por la nefasta gestión de Zapatero, pero el hecho es que las perdió y parte del PSOE, con Ibarra a la cabeza, achacó la derrota de Vara a haberle dado la mano a la oposición.
Así que Vara pasó de gobernar con diálogo a hacer una oposición muy poco dialogante. El resultado está a la vista: sus antiguos socios de PREX-CREX dialogan más con el PP que con el PSOE. Y no sólo dialogan, apoyan con su voto los Presupuestos, en el 2013 y en el 2014, y permiten, con su abstención, que el Gobierno de Monago baje los impuestos.