Basta con darle un repaso a las hemerotecas para convencerse de que Juan Carlos Rodríguez Ibarra, en cuyo mandato no se ponía el sol, hizo más por la mejora de las comunicaciones extremeñas que todos los dirigentes y parlamentarios socialistas juntos que ya estuvieron a su lado, que le sucedieron o que encontraron acomodo en el PSOE extremeño después.
Y no sólo por las carreteras regionales que se iniciaron y se construyeron durante el mandato de Ibarra, sino por la forma en la que supo llegar a acuerdos con gobernantes del PP a los que los socialistas tenían estigmatizados como sus principales adversarios políticos: Francisco Álvarez Casco, ministro de Fomento, José María Aznar, presidente del Gobierno…
Fue aquella una etapa de autovías nacionales y regionales y empezó a hablarse con cierto fundamento del AVE de Extremadura. Después llegaron José Luis Rodríguez Zapatero, presidente de infausta memoria, María Teresa Fernández de la Vega, vicepresidenta de la que nunca más se supo, José Blanco (Pepiño Blanco) ministro que borró a Extremadura del mapa ferroviario y, de paso, también a la carretera del Valle del Jerte, y la construcción del ferrocarril pasó a ser un número de magia. Pero de magia negra. Te aseguraban que la paloma, que no deja de ser un ave, llegaría en el 2010 y lo que llegaba era la decepción. Te anunciaban el paso del famoso Eje 16, que debía unir la costa portuguesa con el corazón de España pasando por Extremadura, y el Eje 16, que tenía mucho de AVE migratoria, volaba para posarse en otras regiones. Se compraban, a precio de oro, unos terrenos en Badajoz para construir la gran plataforma logística de Coches Camas y de los Grandes Expresos Europeos del Suroeste y, cuando ya se tenían los terrenos, ‘la obra’ se redujo a clavar un cartel en el suelo, como si en vez de pretender hacer una plataforma para mercancías el objetivo fuese arrayarse un cacho de playa pinchado una sombrilla en la arena.
Hubo una gestión del PSOE, en Extremadura y fuera de Extremadura, que condenó a esta tierra a ser un museo del ferrocarril, con trazados antiquísimos, con raíles y traviesas del siglo XIX, con locomotoras y vagones que eran joyas entrañables porque ya sólo se usaban en Extremadura.
En los últimos años, con el PP gobernando en la región y en el resto de España, ha empezado a construirse una plataforma ferroviaria por la que algún día podrán circular los AVE. Si la plataforma se termina, si se electrifica y si Portugal tiene a bien enlazar a Lisboa con Madrid mediante un AVE.
En cualquier caso, si no hubiese AVE, con esa plataforma mejorará sustancialmente el ferrocarril en Extremadura. Por esos raíles podrán circular, a unos 200 kilómetros por hora, trenes de gasóleo a los que se está denominando ‘de altas prestaciones’. Y, en el peor de los casos, circularán los trenes actuales, pero a bastante más velocidad de lo que lo hacen ahora.
Incluso se empieza a trabajar en la construcción de la famosa plataforma logística de Badajoz, que, como el arpa de Gustavo Adolfo Bécquer, permanecía abandonada en un rincón del mapa, cubierta de polvo, esperando a que una decisión gubernamental le dijese levántate y anda.
Y qué hicieron ante esta situación los actuales representantes del PSOE en Extremadura y en Madrid. Nada. Pero nada, nada, nada. Nada salvo criticar lo que hace el Gobierno extremeño aduciendo que lo que hace no sirve para nada y que si sirve para algo debe hacerlo el Gobierno de toda España y no el de Extremadura. El último episodio acaba de tener lugar en el Congreso de los diputados, con la socialista Leire Iglesias, nacida en Hondarribia (Guipúzcoa), pero diputada por Cáceres, que acusa a la ministra de Fomento, Ana Pastor, de haber convertido a Extremadura en una isla, en un territorio aislado por ferrocarril.
Pero, ¿cómo puede usted decir semejante cosa, señoría, si Extremadura lleva desde el año 2006 esperando al AVE que Zapatero anunció para el 2010? ¿Ha descarrilado el AVE de Zapatero o es que también voló, como el Eje 16? No sé qué pensará usted, señoría, pero cinco años de retraso parece demasiado retraso hasta para ZP. Que al lado de ZP, el frenazo de Ciutadans a la alta velocidad es un empujón para que el AVE coja carrerilla.
A Ibarra no le importó aparcar sus diferencias políticas con Álvarez Cascos y con Aznar a la hora de negociar cuestiones que eran y siguen siendo fundamentales para el desarrollo de esta tierra. Pero, claro está, Ibarra creía, al menos entonces, que la política debe traducirse en números, en resultados que transformen la sociedad, y no en numeritos parlamentarios.
Que digo yo, doña Leire, que el AVE que iba a pasar por Extremadura hace cinco años habrá salido ya de la chistera de Zapatero. Es que como no salga, no va a llegar nunca, señoría, y hay quien empieza a sospechar que el AVE de Zapatero será un AVE, pero un pájaro, también.