Los callos... Esas comidas tan buenas aprendidas de las madres...

Ya os dije que sería un otoño caliente y que buscaría la felicidad para encontrar todos los trozos de mi corazón roto, pues voy rápido y haciendo nuevos amigos que me ayudan a recomponerlo.

 

Hoy me levanté con ganas de unos buenos callos y de mi viaje de la semana pasada me traje morcillas de Guadalupe, aquí en la ciudad he comprado callos y morros de ternera, chorizo ibérico, pimiento rojo y verde, cebolla, ajo y laurel. Empecé con el guiso mientras se cocían los callos en la olla a presión, una hora con ese sonido que me recuerda a mi niñez y viendo como la pesa da vueltas sin parar. Hago un buen sofrito con la verdura y cuando está todo rehogado le añado una cuchara de pimentón de La Vera dulce, el oro rojo de Extremadura, unos tomates pelados y troceados de Miajadas y mucha paciencia hasta obtener una gran salsa de tomate.

 

Cuando está todo añado el chorizo ibérico en dados y seguimos dándole vueltas, medio vaso de vino blanco y los morros y callos de ternera troceados. Cuando comienza la ebullición, las morcillas previamente escaldadas y troceadas, un poco de guindilla o Cayena y retiramos del fuego... No me gustan los callos recién hechos, prefiero esperar una hora a que se tomen bien, ¡el resultado es grandioso! Esta receta me la enseñó mi madre hace años y aunque los bordo, a ella le quedan mejor, ¡normal! esas comidas de las madres tan buenas que también sientan siempre...!

 

Mi experiencia el sábado pasado en la Sierra de Gata fue maravillosa, me gusta compartir, porque la vida si no se comparte no tiene sentido. Sigo esperando el amor o el príncipe que me enamore, pero con calma, con esa calma que me envuelve y me hace disfrutar de este Puerto de Santa Clara en San Martín de Trevejo donde hay un Castañar con 500 años de antigüedad, el Castañar de O'Soitu, el más extenso de  Extremadura... Donde el corazón me lleve...