Íbamos caminando, Daniel y yo, por la calle San Pedro cuando mi hijo, aún muy, muy chico, empezó a leer “de seguido” cuanto cartel aparecía ante nuestros ojos. Fue una experiencia inolvidable.
Pregunté a sus maestras qué había ocurrido para que así de pronto mi niño hubiera empezado a leer, y ellas, profundamente competentes, me aclararon que a ciencia cierta no se sabe lo qué ocurre en un cerebro humano entre el “antes” y el “después”, es como un interruptor que cuando todo está maduro lo hace funcionar.
Lo aprendí. Por eso defiendo en la enseñanza la construcción de las condiciones madurativas generales, más que las reglas y preceptos particulares. Porque cuando se aprende a interrelacionar, lo demás viene solo.
Y lo qué aprecio para la enseñanza, lo defiendo para la vida. Al fin y al cabo el papel de la escuela y de la educación en general, es preparar a los niños y niñas para enfrentarse al mundo en el que deberán vivir de una forma autónoma, algún día. Hay que ayudar, pues, a las mentes para que sepan analizar y discriminar entre tanta oferta como, al menos teóricamente, tienen. Porque sólo así serán individuos con capacidad para dirigir sus trayectorias vitales, dentro de unas condiciones que por la fuerza de los hechos, muchas veces constriñen más que posibilitan.
De la crisis hemos aprendido cuánto puede devaluarse un trabajo y una profesión, por el mero hecho de no reconocerlas monetariamente, y socialmente, en lo considerado justo. Demasiadas veces, lo que en el papel se considera idóneo no lo es tanto cuando analizamos las cifras de colocados y no colocados dentro del sistema productivo. E incluso, dentro del primer apartado, la gran cantidad de personas que acuden a un proceso de selección no garantiza que siempre se elija al mejor y que se le pague conforme a la importancia del cometido. La existencia de ese gran número lo que manifiesta es que el sistema ha incentivado la formación teórica como una vía para atajar las elevadas cifras de desempleo, y luego no tiene oferta para todos los titulados, que han de escoger (es un decir) entre lo malo y lo peor.
En la universidad la gran parcelación de los tipos de contrato, permite que no puedan producirse demasiadas reivindicaciones alrededor de una serie de puntos comunes pues cada grupo tiene su propia casuística y sus retos para permanecer. Esto explicaría alguna de las causas de la tan llamada atonía universitaria. Cuando no es tal.
En el mundo de hoy, bajo la premisa de que los derechos fundamentales están logrados, parecemos más preocupados de las cuestiones específicas que de las generales, lo que a mi entender es un error de apreciación e incluso numérico. Conocido es que la gran masa media se encuentra siempre en el medio de la consabida “campana de Gauss” y es la mayor número. Incluso los políticos debieran advertirlo.
Carmen Heras