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MIS MARTES AL SOL

La amistad en tiempos de intolerancia

15 de Enero | 14:20
La amistad en tiempos de intolerancia
Leer la prensa, escuchar la radio, ver la tele, o recorrer las redes cada día, nos da una idea de hasta dónde puede llegar la intolerancia, e incluso el odio, en este país que llamamos España del que muchos se sienten orgullosos (aunque sea por motivos muy distintos) y otros se sienten asqueados, lo que no evita que España sea un gran país.

En momentos de tensión e incertidumbre como los que estamos viviendo, tras volver de mi café mañanero en “Las Palmeras”, doy en pensar en eso de la amistad en esta primera columna del nuevo año para “Mis Martes al Sol”. Voy a ver a dónde me lleva el asunto.

Tengo amigos de izquierda radical, anarquistas que no sé si leyeron bien a Proudhon, Kropotkin, Bakunin, Anselmo Lorenzo, o al mismísimo Buenaventura Durruti; amigos en las diversas tendencias de la izquierda socialista, en el PSOE y fuera de él; amigos socialdemócratas auténticos (cada día los valoro más, cuando veo como crecen otras hordas) y amigos de derechas. Y cuando digo de derechas meto en el paquete desde la derecha culta y civilizada, hasta la menos culta y menos civilizada, y hasta esa otra que nos parece un poco más facha, que se agarra a símbolos y colores incompatibles con la razón, como sucede a algunos hinchas del Madrid o el Barsa. Aunque no lo crean tomo café con ellos cada día y compartimos cosas, sin que falten las escaramuzas de vez en cuando.

Y por tener, tengo hasta amigos nacionalistas e independentistas que han olvidado el sistema en el que viven, y el carácter pequeño burgués y reaccionario que jugaron estas ideologías, buscando identidades secundarias sin ver la realidad primaria que tenían delante, como ahora. Y también tengo amigos ecologistas auténticos, de los que creen en lo que dicen y piensan porque lo practican cada día, y algunos ecologistas de última hora, de los que pregonan lo saludable y lo sostenible, aunque mientras esto llega pactan lo que haga falta con quien haga falta, o amigos que hicieron una pausa con el ecologismo cuando la administración les hacía encargos de estudios de impacto que impactaban a dios bendito.

Y aunque no lo crean tengo algún amigo banquero, alguno latifundista moderno, y hasta algún alto directivo de alguna multinacional. También los tengo de clase media, de los que progresan cada día más y de los que están en decadencia, de los que han sido expulsados de la clase media y de los que nunca llegaron a ella, albañiles de los de antes y destajistas de los de ahora, campesinos tradicionales que cultivan glorias benditas y los que han pasado a ser empresarios agrarios industrializados, de los que trabajan para otros rozando el límite de la ruina.

Pues bien, con toda esta fauna de amigos que uno tiene, con los que siempre queda un nexo para mantener la amistad, sea esta más o menos intensa o placentera, la pregunta obligada es:

¿Puede combatirse la intolerancia y la división que enfrenta hoy a tantos ciudadanos y territorios ibéricos, conservando en lo posible ese cierto grado de amistad que la vida nos ha ido deparando, por encima de unas diferencias que no tienen por qué ser insalvables?

¿No es conservar la amistad, desde la más intensa a la más liviana, uno de los dones y de los placeres más estimables que nos ofrece la vida y que está en nuestra mano mantener?

Puede que estas preguntas finales que me hago y que les hago sean un tanto ingenuas, pero son las que pienso cada día para persuadirme de que estos tiempos de intolerancia deben encontrar un arreglo, sin que sea necesario volver a un glorioso alzamiento nacional.

Cuando escribo mis humildes aforismos, ocurrencias, columnas, tribunas, libros, o simples chorradas, pienso en esa fauna tan variada de amigos, con los que tan bien me lo paso y me digo; hay que joderse lo mal que le tienen que sentar a algunos de ellos lo que escribo. Y solo espero que cada vez que me paso de rosca, que es continuamente, echen mano del humor y se digan: “este predicador utópico es un capullo, pero seguiré de copas y tapas con él de vez en cuando (aunque sea literariamente) y leyendo sus martes al sol, que no son gran cosa pero es barato. Otra cosa será el “CUADERNO EXTREMEÑO PARA EL DEBATE Y LA ACCIÓN” que tendrán muy pronto en sus manos. Ese trabajo colectivo, aunque barato, tendrán que pagarle, porque a nosotros no nos financian ni los de Irán, ni los de Venezuela; ni los sobres de los chiringuitos que luego reparten los tesoreros.

Buen martes tengan ustedes y recuerden que la amistad es un arte que hay que cultivar siempre, y es a la vez una gimnasia que nos ayuda a superar todos los escollos.


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