Existen personas que saben encadenar muy bien las palabras para enunciar situaciones, vivencias y alguna que otra reflexión. Hoy, hablando con un viejo amigo, me explica lo aburrido que está de que todo se confunda con mensajes sectarios de unos hacia otros, y de que las filtraciones interesadas destruyan la convivencia. Da en el clavo cuando dice en voz alta la percepción de muchos de que es imposible construir algo aquí en Cáceres si los unos no se mueven y los otros todo lo confunden. Es como si se criticara (simplemente) a alguien por tener el pelo y los ojos de un determinado color, y compartir rasgos comunes (menudo pecado) con otras personas sin adecuarse a determinados clichés.
Hace unos días, un comentario publicado al calor de una noticia elogiaba la obra de la Plaza Mayor, y se hacía preguntas sobre el motivo por el que pretende cambiarse parte de sus características actuales, dado que lo que se arguye para ello, nadie lo cree. Le sorprendía la indiferencia de la ciudad, su atonía y el desparpajo de quienes deciden modificar un proyecto sin encomendarse a nadie y mucho menos a los autores del mismo y a los miembros cualificados de la Comisión de Seguimiento del Plan Especial, grupo ante el cual cualquier proyecto de obra que se pretenda realizar en el conjunto histórico debe ser revisada hasta conseguir su visto bueno, antes de ponerse a destruir o edificar.
Si San Ignacio explicaba a los creyentes que “en tiempos de tribulación no hacer mudanza”, llevando la frase, humildemente, a nuestro caso se podría decir que una obra que es del agrado de los cacereños y visitantes, y que es ampliamente utilizada, no debiera modificarse, sin ton ni son, con pretextos rudimentarios. No debe afearse un conjunto que tiene sentido al completo, que modernizó todo un entorno y lo convirtió en lugar de encuentro de cuantos allí quieren encontrarse. Mejor harían, al compás de lo hecho, rehabilitar las calles adyacentes, que lo necesitan en sus luces, limpieza e imagen.
Tengo un compañero vasco con el que siempre discuto tomando café. Quizá “discutir” no es la palabra adecuada, sino “debatir” sin complejos. Debatimos de todo porque nunca me da la razón y así no hay manera de consensos unánimes. Ni siquiera en los chistes. Cuando un día, para “enrabietarle”, le conté uno muy tonto apoyado en la falsa simplicidad de algunos de su lugar de nacimiento, rápido me contestó: “¡es que esos son de Navarra!”, transfiriendo el conocimiento y la inocente burla. Así que no hubo “ofensa”, jajaja. El muy listo.
Puesto que los humanos tenemos inteligencia, esta debería usarse con mayor disponibilidad. Almunia, otro hombre sensato, explicaba el otro día en una entrevista su sorpresa porque se desprestigie tanto en la arena política el hablar con el contrario, porque como él decía: “Es imposible tener o no tener acuerdos, si no se conoce con exactitud lo que piensa el adversario político”.
Claro está que cuando Almunia “jugó “ a ser Presidente de Gobierno recibió sonoras bofetadas. Y este parece el sino de un país que “ennoblece” mucho más las ocurrencias que las teorías filosóficas y los argumentos razonados. Con lo que entre el frío que hace esta semana, y la grisura que amenaza en cada rincón, no es extraño que muchos decidan enmudecer.
Carmen Heras